La leyenda de Miao Shan

Miao Shan es la bodisattva más importante del budismo chino, que pertenece al grupo Mahayana, es decir, el grupo herético, porque el Hinayana nunca tuvo bodisattvas magos o capaces de hacer milagros.

No pretendo en esta entrada estudiar la figura de Miao Shan de una manera analítica ni comparativa (aunque admito que veo semejanzas con Jesucristo, como son los milagros, el brote de alimentos o la ascensión al cielo tras su sacrificio en algunas versiones); tampoco se trata de un estudio histórico; esto es para mí el ensalzamiento de una leyenda que me ha inspirado y cautivado, de la que podemos encontrar muchísimas versiones distintas, todas ellas fantásticas.

Así pues presento mi versión de La leyenda de Miao Shan, hecho con el cultivo de su imagen en mi interior y no evitando nunca mis pequeños caprichos literarios, que bien pueden ser llamados licencias literarias.


La leyenda de Miao Shan, una atrevida versión literaria

Un monje budista se encontraba meditando a la sombra de un árbol. En su abstracción se le reveló un espíritu divino, el cual le dijo que estaba dispuesto a responderle una sola pregunta. Tao Hsüan preguntó sin dudar:

—¿Cuál es la verdadera historia del bodhisattva Guan Yin?

El espíritu le respondió con esta antigua leyenda:

«En el pasado hubo un rey cuyo nombre fue Miao Chuang Yen, llamado por el sobrenombre del rey del Gran Ornamento. Su esposa se llamaba Pao Ying y dio a luz a tres hijas: Miao Yen, Miao Yin y Miao Shan.

En el momento de la concepción de la última de sus hijas, la reina Pao Ying soñó que se tragaba la luna. Dicen que cuando se acercaba el alumbramiento, la tierra entera se estremeció, y nacieron flores en todos los lugares de la tierra, que quedó bañada de una fragancia maravillosa. El bebé, recién nacido, estaba límpio y sin mancha alguna. Mucha gente creyó que estos eran signos de santidad; sin embargo, el corazón de los dos reyes estaba corrompido y, en secreto, la odiaban y la detestaban.

A medida que Miao Shan crecía, su carácter de bodhisattva aumentaba, pues se dedicaba a la meditación, era agradable y gentil con todas las gentes, y practicaba el ayuno, tomando una sola comida en el día. En el palacio se la empezó a conocer como “La doncella con el corazón de Buda”.

Miao Shan prefería la piedad y el recogimiento a las diversiones. El país estaba en la mayor miseria por la mala administración de su padre, el rey, y las calles y plazas estaban atestadas de mendigos. Un día, Miao Shan, conmovida por el espectáculo de los mendigos, se despojó de sus joyas y las entregó a los pobres. Este acto disgustó al rey, que mandó encontrarla marido cuanto antes.

Pero Miao Shan le dijo al rey:

—Las riquezas y el honor no duran eternamente, la gloria y el esplendor son como meras burbujas o ilusiones. Yo no quiero marido, sino que me dedicaré a los pobres y perseguiré una vida religiosa.

Cuando el rey y la reina intentaron coaccionarla, ella respondió:

—Os obedeceré si sois capaces de impedir y prevenir los tres males.

—¿Qué quieres decir con “los tres males”? —Preguntó el rey.

—El primero es: cuando una persona en este mundo es joven, su rostro es tan hermoso como la luna de jade, mas cuando la persona envejece, su pelo se vuelve cano y su piel arrugada; y ya sea en reposo o en movimiento, está mucho peor que cuando fue joven. El segundo es este: el cuerpo de una persona puede ser fuerte y vigoroso, ella puede correr tan ágilmente como si volara por el cielo, mas cuando repentinamente cae enferma, la persona se acuesta en la cama sin que quede placer alguno en su vida. La tercera y última es la siguiente: una persona puede tener una gran familia, puede estar rodeado de sus seres más cercanos y queridos, y gozar de salud y vitalidad, mas de improviso, un día, llega su final. La vejez, la enfermedad y la muerte; si sois capaces de impedir y prevenir estos tres males, yo os daré mi consentimiento para casarme. Si no podéis, prefiero retirarme y perseguir una vida religiosa, pues cuando una persona gana el completo entendimiento de la mente original, todos los males que le corresponden cesan de existir.

El rey, no pudiendo poner remedio a los tres males que Miao Shan le había expuesto, ordenó a sus hermanas, Miao Yen y Miao Yin, que la castigaran hasta que consintiera en casarse. Así, las dos hermanas, con derecho completo sobre Miao Shan, la encargaron las labores más duras, la restringieron el acceso a agua y comida y eran bruscas y violentas con ella. Pero a Miao Shan no parecían afectarle ninguno de estos castigos; cumplía cada orden con rectitud y callaba ante las palabras y los golpes.

Entonces, el rey del Gran Ornamento, enfadado por no poder dominar la voluntad de su hija, la expulsó del palacio. La princesa Miao Shan se alejó del allí, llevando una vida de meditación y recogimiento, y sumando seguidores allá donde iba. Ingresó en un monasterio, donde se dedicó a practicar la caridad con tal abnegación, que su fama se extendió pronto por todo el país. Las personas acudían a ella porque se le atribuían poderes sobrenaturales.

El rey estaba promulgando unas leyes muy injustas, y Miao Shan salió de su monasterio para visitar el palacio y pedir al rey que las derogase. Con ella iban numerosos seguidores y el rey creyó que se trataba de una sublevación. Mató a muchos de los que la seguían, incluso estuvo a punto de hacerla matar, pero los ruegos de su esposa Pao Ying, que era madre de la joven y sentía piedad por ella, lo evitaron, y el rey la desterró a un desierto lejano, no permitiéndola volver a poner un pie en todo el reino.

La siguieron miles de gentes necesitadas, a quienes arrastraba la fama de su santidad. La princesa, una vez estuvo fuera del reino, se paró y oró al cielo para que se apiadase de aquellos pobres. Una lluvia milagrosa cayó en el desierto y produjo innumerables flores y frutos; además aparecieron muchos animales comestibles. La princesa, viéndoles alegres y jubilosos, se retiró sin ser vista a una montaña que llaman del Incienso, o Fragrante, donde se dedicó a la meditación de los Sutras, las primeras leyes de Buda, hasta que alcanzó la paz suprema del cuerpo y del alma.

El rey contrajo tiempo después una grave enfermedad que los médicos no acertaban a curar. Fue consultado, como último recurso, un famoso monje que tenía gran nombradía por sus virtudes, y este dio una respuesta que pareció una burla al rey:

—Yo podría llegar a curarle, pero para ello necesitaré dos ojos y una mano de una persona libre de ira, entregados a Su Majestad por voluntad propia.

El rey mandó encarcelar al monje acusándolo de loco; pero poco después, la reina Pao Ying fue a visitarle en secreto y le pidió que aclarase su misteriosa respuesta. El monje respondió:

—En la lejana Montaña Fragrante vive una bodhisattva, una mujer de virtudes excepcionales, a la que dicen que se le puede pedir cualquier sacrificio.

Fue enviada allí una expedición de súplica. Miao Shan, al recibir la noticia de que el rey estaba enfermo y la petición que la hacían, dijo:

—Vuestro rey me despreció, me castigó por seguir la Verdadera Doctrina, mató a mucha gente inocente y ha sido un rey tirano que ha impuesto leyes injustas. Le otorgo lo que me pedís como retribución.

Entonces, alegremente, se sacó los dos ojos y se cortó la mano, entregándolos de buena voluntad.

Al llegar la expedición de vuelta entregaron al monje los ojos y la mano, que este utilizó para preparar una medicina. Cuando el rey del Gran Ornamento la tomó se recuperó instantáneamente, y postrándose en tierra le dio las gracias al monje.

—¿Por qué me lo agradeces a mí? Deberías agradecérselo a la persona que te proporcionó los ojos y la mano.

Miao Chuang Yen reflexionó y decidió emprender una expedición con toda clase de honores y regalos en agradecimiento a la bodhisattva que había hecho tan enorme sacrificio por él.

Llegaron a su encuentro en la Montaña del Incienso, y antes de que las palabras hablaran la reina la reconoció: era Miao Shan, su hija, y al verla la invadió el llanto.

—¿Recuerda mi señora a Miao Shan? —Preguntó, si siguió diciendo: —Consciente del amor de mi padre, he pagado su vida con mis ojos y mi mano.

El rey y la reina la abrazaron llorando amargamente, llenos de remordimientos. El rey la rogó que volviera con él a su palacio, y la reina estaba a punto de lamer las cuencas de sus ojos cuando la virtuosa ciega recibió del cielo otros dos ojos y la mano que le faltaba, ante la admiración de lo reyes y del pueblo, que cayó postrado ante aquella visión. Cayó una lluvia de flores de loto que alfombraron el suelo, y la princesa, con gran solemnidad, ascendió a los cielos».

Tao Hsüan, tras escuchar la leyenda, se atrevió a hacer una nueva pregunta:

—¿Es este el bodhisattva Mahayana, el cual elige renacer de nuevo por compasión hacia los seres vivos, para poder guiarlos de nuevo en otra existencia hacia la liberación del dolor, es decir, el nirvana?

Pero cuando Tao Hsüan terminó su pregunta, el espíritu ya se había desvanecido.


Fuentes principales

  1. Buda, R. Crossbow, Ed. Bruguera S.A., particularmente en la página 134-138.

  2. Otras versiones: Chinese Cultural Studies: The Legend of Miao-shan / Cuaderno de retazos

  3. Sobre Guan Yin: 1 / 2

  4. Para entender la esencia del budismo Mahayana: La Renuncia como Acto de Amor, escrito por Domyo.

  5. Principal fuente utilizada sobre Tao Hsuan: https://www.encyclopedia.com/people/philosophy-and-religion/buddhism-biographies/tao-hsuan

Pintura de Caroline Young

Y hasta aquí la entrada de hoy. Espero que hayas disfrutado de la belleza y la magia que rodea a Miao Shan. En la versión presentada he omitido el episodio del tigre conscientemente. El budismo es una religión contenedora de mucha sabiduría, y como tal creo que debemos tratar los mitos y leyendas que lo circundan.

Muchas gracias por leerme. ¡Se despide el escritor!

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